Ayer no me podía dormir. Un fantasma me susurraba “vestida de piel y babas, vestida de piel y babas”. Pensé uy me tengo que acordar de esto mañana. Sentí que me pedía que lo escribiera. Después de crear ese recuerdo, me quedé dormida, imaginándome un cuerpo en reposo siendo recorrido por miles de caracoles.
He dejado de tomar café, ¿igual ya lo dije?. Me he dado cuenta de que me enfado menos. De que me tomo las cosas con un poco más de feliz resignación. El otro día limpié la cafetera, que se quedó bloqueada en el programa antical durante 40 minutos, y cuando ya por fin terminó y quise retirar el cuenco con el agua caliente y sucia, se me cayó encima. Eran pasadas las 11PM. Yo a esas horas suelo estar dormida. Pero cuando me tiene que venir la regla soy un poco más insomne y patosa de lo normal. Aun así, ningún pensamiento negativo cruzó mi mente.
¿Me estaré volviendo loca?
Siento que toda esta ira que antes vivía conmigo no puede haberse ido muy lejos. Que debe estar por aquí, en algún hueco, escondida, entre pulmón y esternón, cogiendo apuntes. ¿Cómo va a ser si no que toda esta ira pueda, de alguna manera, disiparse?
A veces me pasa que veo una película que me gusta mucho y me quedo absolutamente fascinada y acto seguido, me castigo mentalmente por no ver más películas. No recuerdo dónde aprendí a tenerme con la correa tan corta. A ratos siento que no puedo respirar. Pienso que hay trozos de personalidad que los heredamos en la sangre, provenientes de mezclas antiguas. Cuesta verlos porque siempre los hemos llevado en las yemas de nuestros dedos. Lo hemos manchado todo desde el primer día de rojo tierra, verde plata y carbón azul. Y ya no se va.
También me pasa que me convenzo de que alguien es buenísima persona y luego me cuesta tener que volver a la casilla de partida. Es una derrota personal. Como si fuera mi culpa. Como si lo hubiese provocado yo.
Hacía un mes y medio que no tocaba mis cartas del tarot y al cogerlas hoy, me las he encontrado pegadas entre sí. Por supuesto que es una señal, la señal de que el cambio climático es real y que hasta las cartas sudan.
Los vencejos que anidan en mi casa se fueron hace dos días, con la llegada de la ola de calor. Ya no oigo sus gritos. Ahora, miro al cielo y solo me cruzo con las golondrinas del Carrer Sant Jordi. Me gustan mucho sus tripitas blancas. Siempre me han parecido muy tiernas.
Escribo esto un poco para dejar constancia de que esta semana también he estado aquí. También he vivido. Había empezado a apuntar cada día en una libreta momentos mágicos del día, pero lo dejé enseguida. Me duele no tener tiempo para cosas tan poco útiles como estas.
Pero hoy me crucé con mi vídeo favorito de internet, ese del chico que está sentado en las gradas de un partido de beisbol y empieza a sonar Livin’ on a prayer, entonces se levanta emocionado y va bajando las escaleras saltando, bailando, cantando y abrazándose con todo el mundo. Siempre pienso que así es como quiero vivir, aunque suene cansado, pero me gustaría poder responder con la pasión suficiente a todas aquellas cosas que me hacen muchísima ilusión, pero algo me dice que me tengo que comportar y no dejarme ver. Otro trozo de personalidad que se empeña en hacerme pequeñita y que sí sé de dónde viene, ese sí sé quién me lo metió en el cuerpo.
Por eso, cada vez que veo ese vídeo, pido el mismo deseo.
Hace un rato vi cómo bailaban los vencejos y me acordé de ti. Quizá los tuyos se vinieron de vacaciones aquí <3